¿Por qué es infame el 8 de
marzo? ¿Tiene algo de malo un día dedicado a la mujer?
De ninguna manera, y no tendría
nada de malo si fuera sólo esto. Pero es que el 8 de marzo no es simplemente un
día de la mujer, sino un día para exigir privilegios para la mujer en contra el
hombre; es un día a favor de la injusticia que supone la igualdad a la fuerza,
naturalmente sólo cuando la igualdad a la fuerza las favorece a ellas. Es el
día de la exigencia arrogante de ventajas y tratamiento de favor para las
mujeres; el día del lamento y la queja por vicio y las cifras manipuladas; el
día de la indignación por injusticias estadísticas que sólo existen en la
propaganda feminista. Es, en fin, el día de las rabietas
por presunta discriminación contra la mujer, cuando la verdadera discriminación
es la que hoy en día existe contra el varón.
Basta salir a la calle para
verlo, basta abrir los ojos para ser agredido por la avalancha de propaganda
orwelliana que llama a la grotesca huelga feminista por todas partes: por las
calles, en las escuelas, en las empresas, en los edificios públicos. Una vez
más, cada vez con mayor insistencia, se nos machaca el cerebro con la patraña
de la brecha salarial, con la patraña de que las mujeres son menos pagadas por
hacer el mismo trabajo.
Tanto para empezar las cifras de
la brecha salarial nunca son las mismas, ya sólo esto nos da una medida de
hasta qué punto están cocinadas y manipuladas. Pero aunque exista esta
diferencia media de salarios, allá donde efectivamente exista y sea cual fuere
en realidad, no tiene porqué indicar necesariamente una discriminación contra
la mujer por el mero hecho de serlo.
Esta diferencia no
existe ni puede existir en el sector público con sus escalas de salario
rigurosamente paritarias e iguales para todos, trabajen bien o mal o nada en
absoluto. Esto, como es evidente, es ya una expresión de injusticia
igualitaria.
En el sector privado estas
diferencias en cambio existen, pero es igualmente falsa la demagogia feminista,
porque existe un mercado y se le paga a la gente según su rendimiento, según el
valor de su trabajo y según criterios de utilidad económica. Naturalmente esto
no es siempre así y hay excepciones; pues siempre hay gente que tiene puestos
que no se merece como es el caso de recomendados, gente apadrinada, mujeres o
minorías favorecidas por los repugnantes sistemas de cuotas y la infame
discriminación positiva. Pero en la generalidad de los casos y en media el
valor del trabajo de una persona, en una empresa privada que debe tener en
cuenta las realidades económicas, está en proporción con lo que se le paga.
Existen muchas razones para la
brecha salarial y la mayor parte de ellas no implica ninguna injusticia sino
todo lo contrario, pues expresan diferencias naturales, entre hombres y mujeres
en general y también en el trabajo realizado. Como es totalmente evidente, si
las mujeres fuesen pagadas sistemáticamente menos por realizar el mismo
trabajo, con la misma calidad y con el mismo rendimiento económico, las
empresas contratarían sólo mujeres; este es un razonamiento al alcance de
cualquiera y muy básico, pero correcto, y revela la gigantesca impostura feminista
de la brecha salarial como la mentira que en realidad es.
Algunas de las razones por las
que en media hay retribuciones diferentes, sin querer ser en algún modo
exhaustivo, son por ejemplo que son las mujeres las que tienen los hijos y por
mucho que se las ayude en la conciliación (lo cual es excelente) una mujer que
decide cuidar como se debe una familia no puede tener la misma dedicación
profesional que un hombre; también hay más hombres que mujeres en las
posiciones dirigentes y en empleos a fuerte carácter técnico (informática,
tecnología, ingeniería) por razones que no tienen nada que ver nada con una
presunta discriminación sino con diferencias naturales que los mentecatos o los
falsificadores de la igualdad se empeñan en negar; y tampoco olvidemos que la
mayor parte de los puestos de trabajo que conllevan complementos por trabajar
en condiciones peligrosas, difíciles o incómodas, está ocupada por varones. Las
mujeres o están menos preparadas cubrir estas posiciones o simplemente menos
dispuestas a ello, y dicho sea de pasada la inmensa mayoría de las muertes o
heridas en accidentes de trabajo las sufren los hombres. Seguro que la paridad
en esto último no la desean las feministas.
Lo que piden las feministas, y
con ellas una buena mayoría de las mujeres actuales, es que se les regalen
puestos directivos por la cara; lo que quieren es dejar a los varones los
trabajos peligrosos, incómodos y difíciles, pero cobrando lo mismo que ellos;
quieren que las futbolistas féminas cobren lo mismo que los varones cuando el
fútbol femenino no le importa a nadie; que en sectores donde las mujeres están
poco representadas, por capacidades o por vocación, las mujeres pasen por delante
de varones más cualificados que ellas y reciban un trato de favor para
acercarse a la inmoral, injusta por definición igualdad estadística.
Y un larguísimo etcétera de
pretensiones aberrantes e indecentes, insultantes para el sentido común y la
justicia más elemental. Esto es el infame 8 de marzo y este es el sentido de esa payasada patética y grotesca que es la así llamada huelga feminista.
MAX ROMANO