Una detestable tendencia a bajarse los pantalones y
avergonzarse de la propia historia recorre todo el mundo blanco, el continente
europeo y en particular nuestra nación, España. Como en todo lo demás, también
aquí en lo pequeño se anuncia lo grande y episodios lejanos entre sí tienen el
mismo significado.
El visitante de la catedral de Santiago habrá notado que en
una conocida imagen del siglo XVIII de Santiago Matamoros ha sido censurada con
ridículas florecitas la parte inferior, que representa tres sarracenos enteros
y la cabeza de un cuarto, todos muertos por la justa furia del Apóstol
guerrero, que se llama Matamoros porque mataba moros y no porque le gustara
poner florecitas a los pies de su caballo: en tal caso se habría llamado
Santiago Hijo de las Flores.
No es de ahora esta detestable medida, fue decidida ya hace
años en esa catedral, como por lo demás se han vuelto habituales, un poco por
todas partes, análogas prácticas de pantalones bajados para no ofender a los musulmanes. Se trata de
esconder, como si fuera una vergüenza, nuestra propia historia, nuestra cultura
y nuestra tradición, los testimonios de nuestro que en el caso de España están ligados
a una guerra que duró ocho siglos y cuyo significado fue exactamente una guerra
de civilizaciones donde se decidía si la Península Ibérica iba a pertenecer al
mundo islámico o al mundo cristiano medieval.
No se entiende muy bien en qué medida todo ello se debe a la
arrogancia de ciertos musulmanes, y en qué medida se debe a los mediocres y acomplejados españoles que se avergüenzan de la propia historia y odian
lo que son. O no quieren problemas, hasta el punto de que permiten al huésped mandar en la propia casa, nuestra casa. Esta es la esencia de la
pusilanimidad: no querer líos, no querer polémicas, evitar el conflicto y que
alguien se sienta ofendido.
Lo realmente ofensivo y odioso es que alguien pretenda que nos "retiremos" de nuestra historia y nuestra cultura
porque no sea de su agrado, o del agrado de otros. Por parte de un invitado en nuestro país, pretender
que ocultemos nuestra historia porque le ofende
es un acto de arrogancia que lo descalifica y es motivo suficiente para echarle
a patadas. Por parte de un español, pretender lo mismo es un acto de vileza que
lo califica como indigno de ser español y europeo.
España se ha forjado en la Reconquista, en una guerra
religiosa, y esto es inseparable de nuestra Historia. No quiere decir que ahora
debamos seguir en guerra, ni que se deba cultivar el odio o la enemistad por
fuerza, hoy en día, ni que vayamos a volver a la Edad Media. El pasado es pasado, pero está ahí y pretender que nos
avergoncemos de ello es un insulto.
Para terminar, me gustaría hacer notar que la actitud de aquellos españoles que, por no ofender al musulmán, quieren que se censure y oculte nuestra historia y nuestra cultura, es exactamente la misma actitud que el de aquellos bípedos con documento de identidad masculino (no los llamaré hombres) que en
Holanda, para protestar contra las agresiones a mujeres por parte de
inmigrantes, se “solidarizaron” con ellas manifestándose en minifalda.
El mismo tratamiento que estaban pidiendo a gritos los
bípedos holandeses en minifalda, es el que piden quienes cubren con flores los
sarracenos muertos en las imágenes de Santiago Matamoros.
Max Romano