PIGS (cerdos en inglés) es un acrónimo despectivo
utilizado por los ambientes financieros anglosajones para referirse al grupo de
países de Europa meridional con importantes, crónicas dificultades económicas y
financieras (Portugal, Italy, Greece, Spain) y que además han sido objeto
frecuente del ataque de los especuladores, sensibles al olor de la sangre
cuando un país está en dificultades.
La
actitud de arrogancia despectiva que implica el acrónimo es evidente. Nos los podemos
imaginar, las hordas de yuppies fabricados
en serie mientras, entre un bocado y otro de comida basura o ante el teclado
del ordenador, comentan con suficiencia y una sonrisa idiota cómo van a especular
con la economía y dejar en pelotas a esos PIGS
gilipollas de Europa del Sur, que no son para ellos naciones sino nada más que
un mercado y una presa para sus acciones de piratería financiera.
El
acrónimo PIGS, más allá de lo particular, es todo un símbolo de un mundo en el
que el dinero dicta su ley y es el valor supremo, en el que la casta de los
mercaderes del dinero ha escalado el poder. Siendo nada más que la espuma sucia, se consideran en cambio la
crema de la humanidad y se permiten
mirar por encima del hombro a todos los demás.
Sería
interesante saber en virtud de qué superioridad se creen autorizados a una tal
arrogante, insufrible presunción, hacia pueblos tan infinitamente superiores a
la infracivilización que ellos representan.
Grecia
está en las raíces mismas de Europa, nos ha legado su pensamiento, modelos y
cánones de belleza artística, imágenes míticas en las que reconocemos nuestro
origen, ejemplos de heroísmo y ética guerrera cuya memoria ha perdurado a
través de los siglos. En tiempos modernos, ya decaída política y culturalmente,
nos ha ofrecido el ejemplo de una defensa obstinada de su identidad durante los
cuatrocientos años del dominio turco, cuatro siglos en los que resistió tenazmente
y con éxito la islamización.
Italia ha
visto pasar el Imperio Romano, con la huella indeleble que ha dejado en nuestra
historia, sus instituciones y cultura jurídica, los ideales políticos y cívicos
que permitieron a la Roma de los mejores tiempos resurgir tras las peores
derrotas; más tarde la era del Medioevo cristiano, el Renacimiento. Ni siquiera
tiene sentido intentar resumir en pocas líneas el torbellino de ininterrumpida
creatividad artística y cultural italiano, hasta que la fuente se empezó a
secar con la gran homologación en el reino de Mammón.
Lo
mismo se puede decir de España, y se me permitirá cierta parcialidad siendo
español. Recordaremos el Siglo de Oro, Velázquez, Cervantes, Goya. Los valores
militares y guerreros forjados en siglos de Reconquista y que han formado
nuestra nación. Recordaremos la era de los Tercios españoles, uno solo de cuyos
soldados haría ensuciar los pantalones a la redacción entera del Financial Times; la epopeya de los
grandes viajes, los grandes peligros y los mares abiertos. La conquista de
América, en la cual pocos hombres que afrontaban lo desconocido y se lo jugaban
todo, cambiaron la historia del continente americano destruyendo imperios
neolíticos – no se puede construir algo sin destruir – para edificar otra
civilización que dio nacimiento a veinte naciones.
Portugal,
en fin, nación que ha visto nacer a Pessoa y Camoens, que en la medida que sus
recursos más limitados le permitían también ha participado en la empresa épica
de conquista y civilización, enviando sus barcos y sus hombres por todos los
mares, dejando su huella en África y América donde dio nacimiento a Brasil.
Estos
han sido Grecia, Italia, España, Portugal. ¿Cómo se permiten, a quiénes llaman PIGS, estos muertos de hambre espirituales
de la finanza internacional? Gente que no sabe hacer más que jugar con dinero
virtual, cuya contribución a la sociedad y a la vida consiste en la
especulación y en desplumar a los pringados que trabajan de verdad.
Naturalmente
no es que desprecien a todos los
griegos, italianos, portugueses o españoles. Respetan ciertamente a quienes,
como detalle secundario, tienen un pasaporte de estos países pero pertenecen a
su misma raza. Se trata de esa subespecie de europeo degenerado que experimenta
un turbio placer en hablar inglés y meter palabras inglesas por todas partes,
venga a cuento o no, en su afán de ser globalizado y cosmopolita. Sintiendo
seguramente una excitación de naturaleza casi sexual cuando de habla de hedge funds, financial derivatives, high
frequency trading, y sobre todo la coletilla global que los manda en éxtasis. Para esta clase de infraeuropeo,
que aspira a formar parte de la superclase mundialista, también la nación que
aparece en su pasaporte es uno de los PIGS.
Se dirá
que hoy en día lo que manda es el dinero, que el pasado no cuenta, que la
cultura y los valores se miden por la cuenta en el banco y la tarjeta de
crédito. Esto es análogo a lo que podría pensar una horda de analfabetos que
entraran en una biblioteca y la devastaran, utilizando las páginas de los
libros para hacer sus necesidades.
Ciertamente
la historia pertenece al pasado, pero también es importante. En primer lugar porque
las piedras, las palabras, las hazañas y gestas heroicas que nos legaron quienes
vivieron antes, las semillas que plantaron los mejores de entre nuestros
antepasados están infinitamente más vivas que una civilización muerta que
mide todo con la medida del dinero y el interés económico.
En segundo
lugar porque aún hoy, en tiempos de homologación en la mediocridad y la cultura
del consumo, de nivelamiento hacia lo más bajo, la parte menos degenerada de la
población y la sociedad, la que conserva al menos un recuerdo y una huella de
su cultura, expresa una civilización y una forma de vida infinitamente superior
a la que los señores del dinero virtual han preparado para todo el planeta.
Amos
del dinero que forman una sociedad cosmopolita de nómadas, que no pertenecen a
ningún lugar, para los cuales la tierra es nada más que un asset, la nación nada más que el marco
en el cual desarrollar sus negocios; ninguna de las dos significan nada para
ellos, se pueden cambiar a voluntad, comprar y vender. Y como toda sociedad de
nómadas, es una sociedad de bandidos que
viven a espaldas de quienes en cambio están radicados, pertenecen a un lugar y
a una tierra
Finalizando
ya esta entrada y dejando de lado los pigs,
me parece evidente que los auténticos cerdos están
en otra parte.