Esta entrada del blog fue la primera versión para el capítulo correspondiente del libro "Azotes de Nuestro Tiempo" publicado en 2017. Se dejan algunos párrafos como muestra.
El tema de esta entrada, uno de los Azotes con pleno derecho, es algo que mucha gente ni siquiera reconocerá. Intoxicada por una cierta propaganda, la mayoría asocia en primer lugar la palabra racismo con la maldad de los blancos y el trato vejatorio de éstos hacia otras razas, especialmente los morenos. En efecto, hemos sido condicionados a pensar que los “malos” son siempre los blancos y los “buenos” son todos los demás.
También podríamos hablar como un fenómeno relacionado, de la exaltación de todo lo que no está en la tradición de los pueblos blancos. Tal exaltación no está en realidad asociada a un interés genuino por esas culturas, sino que es, en primer lugar, un culto de lo extranjero en función de rechazo por lo blanco. En segundo lugar es también una exaltación de la idea sentimental y superficial que ciertos intelectuales blancos progresistas de salón tienen de las otras culturas. Culturas que en realidad rechazarían horrorizados si se las tomaran en serio, si fueran más allá de la música –inauténtica por lo demás-, la comida étnica y en general la versión soft de la multiculturalidad para el consumo de turistas y oenegetas de buenas intenciones.
El tema de esta entrada, uno de los Azotes con pleno derecho, es algo que mucha gente ni siquiera reconocerá. Intoxicada por una cierta propaganda, la mayoría asocia en primer lugar la palabra racismo con la maldad de los blancos y el trato vejatorio de éstos hacia otras razas, especialmente los morenos. En efecto, hemos sido condicionados a pensar que los “malos” son siempre los blancos y los “buenos” son todos los demás.
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Puede
parecer simplista de entrada hablar de blancos,
morenos, asiáticos, y toda la variedad de tipos y razas humanas, e incluso
mal fundado o directamente absurdo querer distinguir entre razas que cada vez
están más mezcladas. ¿Quién hay que definir como blanco y quién como moreno,
árabe,etc…? ¿No se nos dice además que somos todos iguales?
Objeciones
inconsistentes porque resulta que -como siempre- algunos son más iguales que
otros. Se nos dice que hay que tratar a todos como individuos sin que importe
el color, pero cuando se trata de definir quién tiene el certificado de Minoría Oprimida, quién es merecedor de
privilegios y ayudas que no se merecería como individuo, se sabe muy bien quién
es blanco y quién no.
También
resulta que cuando se trata de señalar quién es el malo y quién es el bueno según
la caricatura grotesca de la historia y la sociedad que nos ofrece la mentalidad progresista, ahí se acaban los
individuos y empiezan las razas: también aquí se sabe perfectamente quién es blanco y quién
no.
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También podríamos hablar como un fenómeno relacionado, de la exaltación de todo lo que no está en la tradición de los pueblos blancos. Tal exaltación no está en realidad asociada a un interés genuino por esas culturas, sino que es, en primer lugar, un culto de lo extranjero en función de rechazo por lo blanco. En segundo lugar es también una exaltación de la idea sentimental y superficial que ciertos intelectuales blancos progresistas de salón tienen de las otras culturas. Culturas que en realidad rechazarían horrorizados si se las tomaran en serio, si fueran más allá de la música –inauténtica por lo demás-, la comida étnica y en general la versión soft de la multiculturalidad para el consumo de turistas y oenegetas de buenas intenciones.
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Seguramente merece una indagación más en profundidad esta
traición de las clases dirigentes europeas contra su propia gente, que aún es
la raza mayoritaria en Europa, la que ha construido la tradición y la cultura
en que nos reconocemos. Tema complejo y sobre el que hay varios puntos de
vista, seguramente cada uno con su parte de verdad.
Según
un cierto punto de vista el hombre blanco ha representado la Historia, en
palabras de Giorgio Locchi, y la tendencia igualitaria, de la cual el marxismo
cultural es una expresión, que persigue el fin de la historia, su anulación y
final, la inmersión de la Humanidad en un eterno presente. Sigue de ello la
lucha contra todo lo que es blanco y europeo.
Según
otros el quid de la cuestión puede
estar en otro lugar, en la mezcla de razas o en la imposición de mentalidades extrañas al modo de ser europeo. O puede depender de una multitud de factores contingentes. Pero estas cuestiones tan amplias requerirían un libro
entero.
Sin embargo es indudable, volviendo a lo concreto y a lo
que tenemos cerca, la existencia de un racismo antiblanco que es política de
Estado de unas élites traidoras.